EL DRAMA DEL SIGLO XXII
Autor: Héctor Carlos Reis
1
Estaba arrellanado en un cómodo sillón. Habían pasado
varios días de aquel extraño suceso y aún sentía la exaltación
producida esa tarde. Cerré los ojos lentamente y mis pensamientos fueron
hilvanando los hechos previos con ese raro deleite que produce el saber
como sucedieron las cosas mientras la incógnita subsiste para quien lea
mi relato. Sí, admito que hay algo de sadismo en esto. Yo sé todo
mientras el lector nada sabe. Pero cuanto esfuerzo me costó llegar a
descifrar tamaña cuestión. ¿Es que acaso no puedo tener el premio, al
menos, de un instante de mórbido placer? Más aún, muchas dudas tuve
antes de narrar estos eventos pues se corre peligro de ...
Este año 2154 es difícil para mí. Soy antropólogo y
las cosas no están para una profesión como la mía. Las tres regiones del
planeta sólo buscan el perfeccionamiento tecnológico y no valoran la
investigación sobre nosotros mismos. Los burócratas que han tomado el
mando de las regiones tienen objetivos comunes; el principal es conocer
todos los rincones cercanos de la galaxia. Nuestras naves (dije
"nuestras", ya estoy impregnándome del léxico imperial)... las naves
exploran planetas de estrellas vecinas y sólo cuenta el saber técnico
para trabajar en esos proyectos. Nosotros los humanos hemos quedado
relegados. ¡Sí, la gente sale toda cortada por la misma tijera!. Somos
casi autómatas como esos lindos androides que nos limpian la casa...
Estos últimos pensamientos los expresé en voz alta, lo cual permitió a mi mujer replicarme con un dejo de ironía.
-Max, ya estás refunfuñando nuevamente. No te acostumbras a ser un desocupado-.
-¡Ay Numar!, no puedo entender como estás tan
tranquila cuando tú también peligras en el trabajo. En el momento que
detecten tus opiniones negativas sobre el imperio serás una colega mía-,
dije con tristeza.
Ambos permanecimos en silencio durante varios
minutos. Sabíamos que nuestra situación era grave en dos aspectos; uno,
el económico dado que teníamos escasas reservas si los dos nos
quedábamos sin trabajo; otro las posibles represalias penales pues era
delito manifestar contra la seguridad imperial. Si bien los desocupados
gozaban de un seguro, éste sólo nos permitiría vivir satisfaciendo las
mínimas necesidades y nosotros teníamos gastos extras por nuestras
investigaciones. Numar era psicohistoriadora y las autoridades
necesitaban personas de esa profesión para trabajar en los distintos
proyectos, el fin era influir en la gente para anular rebeldías. Por
supuesto Numar no hacía lo requerido y siempre estaba en la mira de sus
superiores. La continuidad en su trabajo no era segura...
Mi mujer cortó el silencio con su límpida voz de soprano (ya esos deleites líricos muy pocos los tienen).
-Max Her, [llamarme por mi nombre completo era grave,
sólo lo hacía cuando estaba muy preocupada], yo no quería decírtelo
pues intuyo una respuesta emocional pero es necesario que hablemos
racional y serenamente-.
Sabía que cuando Numar hacía esos preámbulos la
situación requería seriedad, pero no pude con mi temperamento irónico y
proclive siempre al humor; incluso a reírme de mí mismo y le espeté
apelando a su erotismo: -Amor de mi vida dulce, que me quiere decir tu
boquita con esa lengüita picarona-.
Numar hizo la mirada tan especial que infundía terror
a cuantos no la conocieran bien y luego de unos segundos que se
prolongaron hasta hacerme sentir ese miedo de tantos me respondió
pesando cada palabra y con voz cavernosa.
-Max Her, no estoy para sutilezas lascivas-.
Luego de un instante agregó, repentinamente y a
borbotones como para que el impacto fuera rudo pero rápido: "-hay en el
Consejo una plaza vacante; necesitan un antropólogo y yo pensé que tú
podrías cubrirla-", terminó bajando el tono y con un ligero temblor en
la voz.
Y sí que el golpe fue duro. Yo había notado que desde
la noche anterior Numar estaba más seria que de costumbre. Ese sentido
trágico de la vida que había heredado de sus ancestros permanecía
latente y sólo con mis ironías podía sonreir. ¡Ah, raros los tiempos en
que las personas reían! Los humanos nos habíamos transformado casi en
androides, esas máquinas con forma humana que hacían los trabajos más
pesados...ellos no conocían el buen humor, ni sabían de sarcasmos.
-Numar ¿por qué piensas que yo podría cubrir ese
puesto vacante?- Señalé ya concentrado en el tema y dispuesto a dialogar
con serenidad.
-Desde ese lugar puedes saber con exactitud los
planes imperiales y quizás ayudar a frustrarlos o al menos estar en
contacto con otros que sientan y piensen como tú, pues estoy segura que
somos más y me consta que en el Consejo alguna gente no está de acuerdo
con las autoridades-. Numar con estas palabras me demostraba que sabía
mucho más de lo que yo suponía; lo extraño era que antes no lo hubiera
comentado conmigo.
-¿Por qué no hablaste antes del tema conmigo?-. Pregunté molesto por su falta de comunicación.
-Porque me enteré ayer, tonto-. Contestó con ternura y
una suave caricia sobre mi cabeza, resbalando su mano hacia la nuca
para terminar el corto camino con un chasquido de los dedos junto a mis
oídos.
Sonreí. Ese gesto quería decir: "más rapidez mental,
muchacho". ¡Cómo nos apresuramos a veces en sacar conclusiones sin los
datos suficientes!
Esa noche no podía dormir; daba vueltas en la cama y
aún cuando mis movimientos eran constantes Numar permanecía dormida y
con lindos ensueños pues a veces sonreía. Ella descansaba
placenteramente mientras yo era presa del insomnio precursor de grandes
decisiones... Finalmente logré conciliar el sueño y yo también tuve mis
bellos ensueños (¡que embromar! ¿sólo Numar puede sonreir?).
"Estaba en una verde campiña. Flores y pájaros eran
sus moradores. Echado bajo la sombra de un hermoso nogal, disfrutaba
embelesado de ese instante singular. Por esos años momentos así eran muy
raros pues la vida agitada y en permanente cambio nos impedía gozar de
la naturaleza y sus criaturas más primitivas. Todo era aturdimiento
tecnológico. Las máquinas nos reemplazaban en todo menos...en mis
momentos de pensar, donde dejaba volar mi imaginación y soñaba,
despierto o dormido...de pronto un fruto del árbol cayó sobre mi cabeza y
.....¡me desperté!".
Al hacerlo veo a Numar acariciando mi cara y mirándome con ternura (¡soy un mimoso empedernido! ¿verdad?).
-¿Qué soñabas que te hacía sonreir tanto, amor?- Preguntó con voz meliflua.
-¿Quieres satisfacer tu curiosidad o deseas compartir mi bello momento de placer?- Repliqué punzante.
Numar se echó sobre mí y ambos cabalgamos amorosamente las rientes campiñas de mi ensueño.....
Amar es compartir; sentir que no estamos solos pues
de a dos todo es más fácil, inclusive tomar decisiones que afecten
sustancialmente el futuro. En un ámbito hostil esto es aún más
importante; la vida en el planeta se hacía cada vez más difícil y
nuestra unión nos ayudaba a sobrevivir. Ambos todavía nos emocionábamos
al escuchar el gorgeo de un pájaro o al sentir la tersura de los pétalos
de una flor o ver los colores de un atardecer fulgurante. Ambos también
sentíamos el dolor humano: la injusticia y la estupidez se habían
enseñoreado de este bello planeta azul. Ambos sabíamos el riesgo que se
corría al pensar y sentir distinto a lo estipulado por las autoridades,
que ya no eran elegidas...aunque si así hubiera sido lo mismo tendríamos
burócratas demagogos que usarían esa característica humana de imitar.
Numar y yo en nuestras investigaciones habíamos llegado a la conclusión
de que las personas imitan (sí, como los chimpancés esos antropoides tan
similares a nosotros) de allí las modas, las costumbres, los ritos, las
ceremonias, etc.. Esa predisposición llevaba a la gente a actuar movida
por una presión social intensa; se dejaban llevar por algunos
especiales humanos que atraían fuertemente. Se eligiera o no siempre
mandaban los más seductores que controlaban a las mayorías a través de
un sutil mecanismo neurótico. Tan fuerte era esa simbiosis entre
conductor y conducidos que los supuestos reemplazantes seguían los pasos
del líder anterior. Nada cambiaba.
Numar trabajaba en uno de los tantos organismos que
componían la sede central del Consejo Planetario, organización ésta que
controlaba la administración de las tres regiones del planeta. En la
oficina donde ella estaba se centralizaban todos los proyectos de
búsqueda estelar en las cercanías de nuestra "vía láctea". Se cubría un
díametro de aproximadamente 7 años luz; más distancia por el momento era
imposible. La velocidad de las naves imperiales no era aún suficiente
para que la tripulación pudiera ir y volver en un tiempo razonable. La
actividad con radiotelescopios también era muy activa pues se rastreaba
el espacio en búsqueda de alguna organización inteligente pero mucho más
lejos e inclusive en galaxias cercanas de nuestro grupo local.
Específicamente en la oficina de Numar el trabajo era con los viajes
cercanos, no obstante una amiga nuestra actuaba en la oficina de rastreo
radiotelescópico y por eso estábamos al tanto de las actividades. Este
Consejo Planetario estaba perfectamente sincronizado por computadoras;
la actividad humana simplemente era de control pero todavía las
políticas generales seguían siendo manejadas por personas...
Varios días estuve meditando acerca de la propuesta
de trabajo. Necesitaba una actividad rentada con urgencia y por mi
formación profesional y predisposición temperamental mi ámbito normal de
trabajo era en cuestiones humanas. Las máquinas simplemente las usaba,
no deseaba introducirme en la tecnología pues mi mundo más querido era
el humano; ¡por eso sufría tanto con la injusticia y la estupidez!,
características especificamente humanas. Las máquinas no tienen moral,
al menos por ahora...
Numar tenía razón ese trabajo me permitiría estar
informado y además poder actuar de conformidad con otros. Pero ¿existían
ésos "otros"?. De existir ¿que gravitación podrían tener ellos en las
resoluciones del Consejo?. Además ¿cómo podría yo ponerme en contacto
con ellos sin hacer peligrar mi situación personal?. Concretamente podía
ir a la cárcel por atentar contra la seguridad imperial y allí no
valdrían las influencias de la familia de Numar. Sí, todavía no he
relatado que la familia de Numar, en especial su rama paterna, tiene un
rancio abolengo y proviene de estirpe casi imperial. Si bien estoy
exagerando un poco movido por mi natural inclinación al sarcasmo lo
cierto es que la familia de mi mujer tiene influencia en el Consejo
Planetario y punto. Tanto ella como yo jamás hemos utilizado ese
privilegio.
No nos gustan las prerrogativas, ni la corrupción que
ellas traen. Numar como psicohistoriadora investigó mucho sobre el
problema de la corrupción en las esferas del poder a lo largo de la
historia y su conclusión es lapidaria: El poder trae corrupción.
La familia imperial era de nuestra región pero en
realidad los que detentaban el poder y manejaban el Consejo Planetario
eran del hemisferio norte, es decir, la zona más desarrollada
tecnológicamente. De esta manera se conseguía disimular ante los
residentes en el exterior del planeta dando una imagen de liberalidad.
La realidad era todo lo contrario. El imperio era tiránico pero se hacía
todo con un arte refinado. El dominio sobre la mente de los humanos era
total. Lo tremendo es que nadie se daba cuenta; es decir, la mayoría no
advertía la situación. Numar y yo suponíamos que habría algunos
sectores resistentes pero no actuaban a la luz por temor a ser
detectados y anulados. Sabíamos por Alavea (ella era nuestra amiga en la
oficina de rastreo radiotelescópico) que la situación estaba en un
período crítico. Se sabía que un grupo de científicos planeaba alguna
acción que cambiara la situación; pero nadie sabía con certeza quienes
eran los rebeldes, ni donde estaban, cuántos eran y mucho menos cuáles
serían sus planes. El único dato realmente importante que teníamos
consistía en que la clave de todo estaba en el Consejo Planetario. Éste
era un organismo multiregional que aglutinaba a representantes de todas
las partes inclusive de las zonas exteriores, es decir, las bases en
satélites, artificiales o de planetas de nuestro sistema, y en las
colonias con pioneros en planetas de estrellas vecinas. El Consejo
Planetario actuaba por delegación del emperador y éste era una figura
meramente decorativa, sólo servía para funciones protocolares tan
estimadas por todos los burócratas del imperio. El protocolo servía para
dar una imagen de poder omnímodo y esto apaciguaba los ánimos, infundía
temor, siendo también real que a la gente le gustaba toda la
aparatosidad imperial pues les daba la impresión de mayor seguridad.
Habíamos cambiado la libertad por la seguridad, aun cuando ésta era
ficticia; sólo existía para quienes estaban dentro del sistema. Numar
decía que no habíamos cambiado nada... Sin embargo algo había cambiado.
Ya no había miseria en el planeta; toda la gente tenía asegurada sus
necesidades mínimas. El imperio daba pan, espectáculos, diversiones a
granel y las personas sólo deseaban disfrutar de los placeres, ¿estaban
drogados?
Cualquier observador imparcial podría pensar que yo
me encontraba sugestionado o que mi simple oposición al sistema me hacía
ver las cosas deformadas. Es que acaso tener las necesidades
satisfechas ¿no era suficiente para ser feliz? La humanidad doliente
durante toda su existencia había bregado para obtener bienes y un
reparto equitativo. Durante milenios ninguna organización social había
logrado obtener ésos resultados. Habían fracasado religiones, políticas y
sistemas económicos. Sólo las ciencias y su aplicación, es decir la
tecnología, lograron el grato hecho de eliminar la miseria. ¿Era
razonable que ahora yo criticara tan enconadamente la adquisición más
grande de la historia humana? Por primera vez todos vivíamos sin el
flagelo del hambre y las enfermedades; los requerimientos mínimos para
vivir con dignidad estaban saciados. Ese observador imparcial diría:
"Max Her, eres un necio y un desagradecido"...
Muchas veces reflexioné: ¿no estaría yo equivocado?
Si la gente parece tan feliz ¿que derecho tengo yo a frustrar esa
sensación? ¿Acaso no sería más justo dejar las cosas como están y yo
seguir mi camino solo? En rigor estaba con Numar, no solo. Quizá lo
mejor sería averiguar la existencia de esos grupos disidentes para
actuar en forma limitada, es decir, sólo para nosotros. ¿Egoísmo o
Justicia? ¿Cual sería el nombre de ese acto? ¡Ah cuántas cavilaciones!
2
Esa mañana en el desayuno ya estaba decidido pero antes quería saber la opinión de Numar.
-Numar, voy a aceptar la propuesta necesito ese
trabajo para poder seguir nuestras investigaciones sobre el
comportamiento humano-, dije con voz cansada pues durante la noche no
había dormido lo suficiente. Mi mujer quizá consideró mi cansancio
motivado por dudas en la decisión y se lanzó a una apubullante
conferencia defensiva de mi resolución.
-Max querido, te vas a sentir mejor actuando en el
Consejo pues comprobarás la utilidad de tus conocimientos sobre las
personas y podrás contactarte con otros que piensen igual, pudiendo ser
esto fructífero como te dije los otros días. No podemos pasar por la
vida sin dejar alguna huella que sea útil para los demás. Esto siempre
lo señalas tú y ahora llegó el instante de hacerlo efectivo en la
realidad no en los meros discursos. Además este momento es propicio para
hacer algo pues te repito que hay gente planeando una acción que nadie
sabe con certeza pero de la cual todos murmuran-..... La corté
abruptamente en su consoladora disquisición.
-Amor tú sabes que a poca gente le importa lo que nos
sucede. La mayoría vive el momento y trata de disfrutar todo lo que
puede; las personas están adormecidas-...
Numar permaneció algunos minutos en silencio. La
expresión de su rostro denotaba una profunda reflexión que no quise
interrumpir. Sólo se oía el tintineo de sus dedos golpeteando la copa de
cristal que airosa regía, con dos fresias, nuestro debate desde el
centro de la mesa. Siempre buscábamos alguna flor para presidir nuestros
desayunos...
-Es cierto lo que tú dices. El imperio logró
consolidar lo que siempre desearon todos los gobernantes. Con el pan, la
diversión y el consumismo pueril ya casi nadie piensa. La tecnología
sin racionalidad anuló la inventiva. Somos esclavos como en la
antigüedad. La historia se repite pero ahora masivamente se anuló al
hombre; si hasta tenemos a los robots que trabajan por nosotros y las
computadoras "piensan" a cambio de nuestro holgazanear-. La amargura en
la voz de Numar era notoria; ella sufría pues conocía a fondo los
avatares de nuestra especie...
Las oficinas que me habían asignado estaban en uno de
los edificios más importantes del Consejo Planetario. Así era pues en
los aledaños solían reunirse los Asesores de los Consejeros. Estos
Asesores eran personajes muy particulares. Su principal característica:
la volubilidad. Cambiaban de criterio constantemente aun cuando la
realidad era que no tenían criterio. Ellos simplemente esbozaban alguna
propuesta con objetivos generales sin explicar la manera efectiva de
concretarlos. Luego sobre la marcha hacían las cosas de tal forma que
salían exactamente a la inversa de lo planteado al comienzo; como los
objetivos eran genéricos la realización se hacía ambigua. Pero todo daba
igual pues en el fondo la cosa iba bien. No existían las protestas al
no haber necesidades insatisfechas.
Todo estaba centrado en la investigación de las
estrellas cercanas en busca de planetas habitables o con vida propia. El
trabajo pesado lo hacían las máquinas androides. Pero había un punto
que no estaba claro; para hacer el viaje interestelar se necesitaban
personas de peculiares características: dóciles (más aún que lo común),
alegres (en realidad superficiales) y dotados de escasa inteligencia
(!). Mi trabajo era seleccionar personas que reunieran ésos rasgos tan
distintos a los que yo hubiera considerado. ¿Por qué se buscaba personas
tontas?. Había una terrible razón. Con el tiempo puede descubrirla.
Pero debo ir por partes en este relato para no perturbar
anticipadamente.
Numar en sus investigaciones históricas había
detectado un comportamiento humano muy generalizado durante la época del
llamado feudalismo; ella estaba convencida de que ésa conducta era la
que se buscaba en las personas que se seleccionaran para viajar. Antes
del advenimiento de la era científica las personas actuaban por impulsos
basados en el pensamiento mágico que era el dominante. No existía la
necesidad de averiguar. Ni siquiera los hechos naturales requerían una
explicación. Todo era atribuído a los designios "divinos" y nada podía
hacer el ser humano para alterar lo preestablecido por la divinidad.
Esta conducta producía una subordinación muy estricta a las reglas que
se suponían dictadas a los hombres por el dios. La realidad era que
dichas normas emanaban de seres tan mortales como el resto; simplemente
usaban la credulidad de la gente para afianzar su poder. Pero ¿qué
hacían para lograr su objetivo de dominio? ¿Qué actos eran requeridos
para obtener tan integral sometimiento? Numar había investigado la
historia de la parte occidental del planeta durante ése período y
conjeturó que existía una predisposición al pensamiento mágico. Lo
irracional priva por sobre lo racional. La psico-historia era una
ciencia que había afianzado notablemente el conocimiento humano al
relacionar la psicología individual con el comportamiento social y a
través del devenir histórico. Básicamente establecía que la conducta en
el fondo no cambiaba a pesar del avance en la ciencia y en la
tecnología. No cabía duda alguna de que había evolución, lo que no
existía era madurez. Por consiguiente ella discurría que el pensamiento
mágico y la credulidad subsistirían a pesar de nuestra desarrollada
tecnología. Serían los pilares sobre los que se sustentarían los nuevos
amos: los tecnócratas científicos. Mantener a la gente con todas sus
necesidades básicas satisfechas y entretenida con los juguetes de
nuestra poderosa electrónica. Numar recordaba siempre un antiguo dicho:
pan y circo... Nuestro siglo XXII proporcionaba todo el pan y todo el
circo. La gente parecía feliz. Los únicos idiotas éramos nosotros. La
edad de la razón duró poco tiempo; sólo los instantes iniciales de la
era científica. Con la brillante tecnología se facilitó el no pensar:
volvimos a la magia. Sólo que ahora era con aparatos...
Mis primeros días en el Consejo Planetario fueron
rutinarios. Tenía entrevistas con las personas que se presentaban para
la selección y debía evaluarlas conforme a los parámetros relatados
anteriormente pero con gran sorpresa de mi parte encontré un nivel
superior al esperado. La tecnología había producido por un lado
desarrollo del conformismo pero por el otro los jóvenes buscaban
espacios de acción que en la era antigua les eran negados. Así pude
comprobar, con alguna esperanza, que la gente era básicamente
inteligente; eran rápidos en captar todas las novedades que la autopista
informática producía y asimilaban aplicando las modernas técnicas de
inmediato. Por momentos se me hacía difícil evaluar y no hallaba gente
obtusa como supuestamente encontraría. Eran dóciles y alegres, eso sí;
pero el requisito de la escasa inteligencia no lo podía cumplimentar.
Después de varias semanas estaba por llegar a la conclusión de que me
había equivocado cuando advierto que todos los entrevistados tenían un
rasgo común: aceptaban la información producida por las máquinas sin
someterla a un análisis crítico.
El control de los datos era fundamental si bien
hacerlo requería de imaginación... Dí un respingo. Aquí estaba el meollo
de la cuestión. La imaginación era cosa del pasado. Las máquinas eran
las que creaban; nos estaban reemplazando en la formulación de
hipótesis. Lo que hacían las personas era grabar información; nada más.
Ni siquiera manejaban la información sabiéndola relacionar y comparar.
¡Lo avispado de los candidatos era que repetían como androides!
3
Imprevistamente anunciaron para la tarde siguiente
una reunión general de asesores y empleados de todos los Departamentos
del Consejo Planetario. Los días previos habían corrido rumores de toda
índole y la expectativa era creciente.
Alavea (nuestra amiga en la oficina de rastreo
radiotelescópico) nos previno: "Hay un complot". Numar y yo estábamos
convencidos de que habían descubierto al grupo de científicos que
resistían al poder imperial. Pero en esa reunión no se mencionó nada al
respecto; en cambio se anunció "una gigantesca fiesta donde todos los
habitantes del Planeta y los residentes del Exterior tanto de las
ciudades satélites como de los planetas colonizados nos reuniríamos
fraternalmente en nuestra querida Tierra". En pocos minutos la noticia
fue conocida por todos los humanos. El día de la fiesta comenzaría una
nueva era pues se había logrado alcanzar la velocidad máxima de 175.000
kilómetros por segundo en naves imperiales. La euforia que se produjo en
todas partes eclipsó cualquier otro asunto. Finalmente las
investigaciones habían culminado luego de 75 años de esfuerzos
gigantescos. La ordenadora matriz Fatia V que controlaba todos los
sistemas informáticos había captado una mutación en un compuesto
orgánico sintetizado en el laboratorio del Dr. Fanegio, eminencia en
macro-genética. Apareció entonces un elemento nuevo que se denominó
Fanegius en homenaje a su "descubridor" (las comillas tienen una
connotación irónica; en realidad fue la gigante ordenadora Fatia V la
descubridora). Este elemento Fanegius permitió alcanzar la velocidad
referida; pero no sólo eso sino además, al reciclarse con ínfima
pérdida, se obtenía un escaso volumen de almacenaje de combustible. Tal
situación permitía realizar viajes a sistemas estelares distantes. En
dos o tres decenas de años los viajeros podrían explorarlos y regresar
si no encontraban condiciones adecuadas en los planetas de ésos
sistemas.
Todo apuntaba a una colonización masiva de las
cercanías; concretamente las estrellas ubicadas dentro de los 15
años-luz de nuestro sistema solar estaban en la mira de la exploración.
Todas las regiones del Imperio se habían contagiado
de la histeria colectiva provocada. Por varias semanas el Cónclave
Mundial fue publicitado por la autopista informática.
Justo una semana antes del gigantesco evento, nos
reunimos a cenar con Alavea y su esposo. Tanto Numar como yo estábamos
hastiados de la propaganda imperial y no nos contagiábamos la histeria
general. Durante la comida no hablamos del tema y nos regodeamos con
anécdotas pintorescas contadas por Nucio, el ingenioso esposo de Alavea.
El buen humor de Nucio contrastaba con la gravedad de Alavea pero
finalmente hasta ella rió con sus ocurrencias. En rigor todos
necesitábamos aliviar tensiones y lo mejor era a través de la comicidad.
Durante dos horas los cuatro hicimos catarsis y mientras saboreábamos
un exquisito licor, lenta, paulatinamente fue introduciéndose el tema
general. Sorpresivamente Alavea recobró su seriedad habitual y
frunciendo el ceño en gesto característico, nos espetó:
-Muchachos, ¿no les resulta raro esto de reunir a todos los humanos en el Planeta?-
-Yo lo veo razonable; un descubrimiento así debe
festejarse con toda la pompa-. Señaló Nucio levantando ambos brazos
abarcando un imaginario globo terráqueo.
-El costo de traer a todos los colonizadores y
residentes en ciudades satélites es elevadísimo y no hay nada que pueda
justificarlo. ¡Sí, es extraño todo esto!- Acoté al meditar ya más sereno
luego de tanta risa.
-Tienes razón, Max Her-. Dijo mi mujer con voz cavernosa y tono enigmático.
Se generalizó un silencio que taladró los vapores
etílicos y prontamente todos caímos en la cuenta de que, efectivamente,
era insólito reunir a 25.000 millones de humanos simplemente para
festejar.
-La característica básica de los humanos a los ritos y
solemnidades de todo tipo fue aprovechada sagazmente por el Consejo
Planetario y su decreto convocando a la fiesta mundial fue acatado por
todos con jubilosa satisfacción-. Dije casi pensando en voz alta.
Retornó el silencio. Cada uno conjeturaba arduamente en su fuero interno y la imaginación comenzó a trabajar.
-Aquí se está tramando algo-. Manifestó sorpresivamente mi mujer con la típica intuición que yo tantas veces he admirado.
Una extraña sensación pobló el ambiente; los cuatro
comenzamos a lucubrar con extrema lucidez. Pactamos iniciar de inmediato
investigaciones a todo nivel para averiguar si nuestras presunciones
eran correctas y había algo, ya presentíamos siniestro, en aquella
fiesta mundial...
A los dos días Alavea nos previene por el
telecomunicador: -Muchachos, esta noche debo verlos urgente; Nucio y yo
estaremos a las nueve-.
Como una tromba entró Alavea, seguida por Nucio y en
una fresca noche de verano los cuatro, aterrados, fuimos partícipes del
terrible secreto. El complot existía, pero era.....del Poder Imperial.
El Plan: Reunir a toda la población para aniquilarla... mientras el
Consejo Planetario y sus aláteres huirían en naves con el nuevo
combustible y especialmente equipadas para exiliarse en un sistema
estelar ubicado más al centro de la galaxia.
-¿Por qué aniquilar a la población?- Inquirí horrorizado.
-Además del combustible han descubierto una mutación
cromosomática que permite mejorar sustancialmente los genes de nuestra
especie y pretenden disfrutarla ellos solos pues parece que es imposible
masificar la técnica-. Respondió Alavea con voz entrecortada y extrema
palidez en el rostro.
-Nuestra única esperanza es contactarnos con los
científicos resistentes que organizan la rebelión para impedir ese
terrorífico plan-. Añadió Nucio con excitación pero decidido.
-Debemos actuar rápidamente-. Vociferamos al unísono.
Al día siguiente aprovechando el ajetreo producido
por la próxima fiesta mundial y al disminuir las medidas de control por
la congestión de los sistemas informáticos logramos asistir a una
reunión con resistentes que, luego de convencerlos, nos llevaron a un
Plenario de científicos que se hallaba en sesión permanente.
En una sala de un subsuelo lateral de un edificio
secundario pudimos finalmente escuchar a los rebeldes. Estaba terminando
la sesión y votarían una moción que, al ser leída, nos hizo temblar de
espanto. Al reaccionar los cuatro, luego de varios minutos de parálisis,
ya se aprobaba por unanimidad. Los científicos rebeldes decidieron.....
huir ellos (con una sonrisa de nuestro contacto nos involucraban
también a nosotros) previo aniquilamiento del resto de la población
incluído el Consejo Planetario.
La cita era al día siguiente en un suburbio de la
metrópolis; desde un cosmodromo camuflado se haría el despegue. Atrás
quedaría un sistema informático neutrónico que a los quince minutos
destruiría sólo la vida humana dejando intacto al resto.....
-Max, acércate-, susurró Numar con expresión de infinita ternura.
Arrellanados en la amplia butaca admiramos un
maravilloso atardecer de rojos, naranjas, amarillos y violetas. Las
nubes formaban en el horizonte un extraño y descomunal paisaje: semejaba
un lago rodeado de montañas. El sol, cabalgando entre dos alargados
cirrus, era una inmensa bola de fuego. Unimos nuestras mejillas en la
contemplación y tomándonos de las manos lanzamos un tenue silbido que
concluyó en sordo quejido. La angustia, nuestra angustia abismal, era
sólo un lastimero vagido como de un bebé al nacer.
Nuestros ojos se fueron cerrando lentamente y el
letargo eterno fue sumiéndonos en la nada... La pastilla que el
obediente androide había disuelto en nuestras copas comenzaba a producir
su efecto.............................
La novela en audio:
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